Los niños con bajo autoconcepto muestran sentimientos de inutilidad, incapacidad, culpabilidad y sentimientos de inferioridad. Estos sentimientos derivan en una baja autoestima. Ésta puede generar en los niños sentimientos como angustia, dolor, indecisión, desánimo, pereza y vergüenza, entre otros y puede llevar a los niños a sentirse poco valorados y compararse con los demás, sobrevalorando sus virtudes y capacidades y despreciando las propias.
Estos sentimientos pueden llevar a no tener objetivos, a no ver sentido a nada, y se convencen ellos mismos de que son incapaces de lograr sus objetivos. Como resultado de ello, rinden menos en los estudios y les resulta más difícil hacer amigos, son menos felices y les cuesta enfrentarse a los propios errores, frustraciones y fracasos.
A veces puede ir también asociado el bajo auto-concepto a niños perfeccionistas, ansiosos y autoexigentes.
La autoestima no es algo fijo de por vida y habitualmente se puede mejorar. En algunos casos, puede ser necesario la ayuda de un profesional de la salud mental que ayude a interpretar la realidad de forma positiva y enseñar a darse cuenta de las cualidades personales que nos hacen únicos y especiales.
La manifestación de ideas de muerte, puede verbalizarse como pensamientos que pueden variar desde ideas de que la vida no vale la pena, hasta planes bien estructurados sobre cómo morir o intensas preocupaciones de hacerse daño o autolesionarse.
Hay que saber diferenciar estas verbalizaciones de otras hechas en momentos explosivos puntuales en los que dicen comentarios que no se piensan, o de momentos de histrionismo y llamada de atención.
Antes de la pubertad, tanto el suicidio como la tentativa son excepcionales, posiblemente debido a la inmadurez que dificulta la planificación y ejecución. Sin embargo, si se detectan pensamientos o ideas de muerte en los niños, es necesario consultar con un profesional experto con el objetivo de evaluar y tratar.