Revista del Consell Nacional de la Joventut de Catalunya, n.102. Otoño 2015.
Ansietad y depresión: la mochilla emocional - Dr.Jordi Sasot y Carles Patrís
La ansiedad es una emoción que sentimos cuando estamos en peligro, ya sea real o imaginario, y nos permite adoptar los mecanismos adecuados para afrontarlo. Por tanto, se trata de una respuesta adaptativa muy ligada al instinto de supervivencia, al miedo, ira, tristeza y felicidad. En este caso hablan de ansiedad normal o positiva.
Y cuando se considera patológica? Cuando sobrepasa cierta intensidad o supera nuestra capacidad de adaptación al entorno, es decir, cuando se nos manifiesta un malestar significativo en horno de síntomas físicos, psicológicos y conductuales. Y cuáles son estos? Físicamente se puede manifestar, entre otros, sudoración, sequedad en la garganta, mareo, inestabilidad, temblores, tensión muscular, palpitaciones, taquicardia, sensación de ahogo, vómitos, diarrea y problemas en ámbito sexual. Y a nivel psicológico y conductual puede aparecer, por ejemplo, aprensión, preocupación, angustia, miedo a perder el control, dificultad de concentración, inhibición, pequeñas pérdidas de memoria, irritabilidad, inquietud, conductas de evitación, bloqueo psicomotor, obsesiones y compulsiones.
Existe mucha bibliografía e investigaciones sobre la ansiedad. Hoy en día todavía no conocen todas sus causas. Si sabemos, sin embargo, que la interacción de algunas de ellas favorecen su aparición. Son los llamados factores predisponentes y precipitantes que pueden ser de carácter biológico, ambiental o psicosocial. Debemos recalcar que el entorno tiene más importancia de lo que hace un tiempo se pensaba en la aparición y el curso de este trastorno. Por lo tanto. es un factor significativo en la evolución de una afectación emocional o del estado de ánimo.
Hay veces que hablamos de ansiedad y en otros de estrés. ¿Por qué? Pues porque el estrés es la sensación de tensión física o emocional que tenemos ante una situación o de un estímulo concreto. l en nosotros se manifiesta en frustración, nervios o ira. Y la ansiedad es el estrés que se mantiene una vez la situación o el estímulo ha terminado. Por tanto, podemos decir que la ansiedad es producto del estrés. Y este estrés puede ser de corta duración (agudo) o bien puede durar días, semanas, meses o años (crónico). Lo que nos pasa es que nos hace difícil detectar el estrés, en algunas ocasiones, debido al ritmo de vida que llevamos. Sólo lo percibimos cuando hay una clara afectación en una o varias parcelas de la vida social, académica, laboral, familiar o de pareja.
Cabe destacar que la depresión guarda cierta relación con la ansiedad y, por tanto, con el estrés. Y es que un cuadro de estrés crónico puede derivar en un episodio depresivo. ¿Cuál es la imagen que tenemos de una persona deprimida? Claramente es una imagen de tristeza, abatimiento, infelicidad, no tener ganas de hacer nada, frustración hacia la vida, incapacidad de disfrutar de las cosas como antes, limitación de la actividad habitual.
En el origen de la depresión, como sucede am la ansiedad, inciden tanto factores genéticos y biológicos como psicosociales. Las consecuencias de un episodio depresivo son muchas y algunas de ellas tan graves como el que, según la OMS, es la segunda causa de mortalidad entre jóvenes de 15 y 29 años de todo el mundo.
¿Cómo podemos prevenir estos trastornos? Un cambio en la manera en que vivimos las cosas es un buen punto de partida. Pensaremos en nuestra alimentación, la higiene del sueño, el ejercicio físico, la organización, planificación y priorización, la relajación, la toma de decisiones, la resolución de conflictos, la autoestima, las relaciones de calidad con los demás, y nuestras aficiones. También es importante que tengamos conciencia de que los sentimientos negativos y el malestar forman parte de nosotros. Además, el apoyo de la familia y amigos será fundamental.
Por último también hay que destacar que una persona ansiosa o depresiva debe vigilar con el consumo de alcohol, la cafeína o teína, el tabaco y otras sustancias tóxicas como el cannabis y la cocaína. Los efectos que producen sólo son temporales y en ningún caso hacen desaparecer el problema real. Qué hacer entonces? Pedir ayuda a personas cercanas o profesionales especializados. Los últimos nos podrán enseñar a gestionar este tipo de trastornos gracias al aprendizaje de diferentes técnicas, estrategias y herramientas tanto cognitivamente y conductualmente como en autoconocimiento y autoestima.
Hay que decir que la farmacología ayuda a reducir y mejorar los síntomas a corto y medio plazo pero sin un trabajo personal no seremos capaces de aprender a prevenir y gestionar nuevos episodios ansiosos ni depresivos.