El miedo es un mecanismo natural que alerta al niño/a de un peligro con riesgos innecesarios.
No obstante, cuando los miedos son desproporcionados, persistentes y con una alta intensidad, interfiriendo en la vida diaria del niño/a, nos hallamos ante un trastorno emocional que podemos llamar fobia.
Desproporcionados: cuando el objeto que causa el miedo no es amenazante y el niño presenta una reacción exagerada.
Persistentes: porque el miedo puede aparecer tanto en el día como en la noche y puede ir acompañado de síntomas físicos. Una vez que desaparece el objeto o la situación que le provoca miedo, éste siempre persiste.