Es el período de desarrollo que empieza con el inicio escolar y finaliza con la adolescencia.
A esta edad el niño tiene que salir de su casa y entrar en un mundo desconocido, donde las personas que formaban su familia y su mundo hasta ese momento se quedan fuera. Su éxito o fracaso en este período dependerá en parte de las habilidades que haya desarrollado en sus años de vida anteriores. Este hecho marca el inicio de contacto del niño con la sociedad a la que pertenece, la cual le exige de nuevas habilidades.
Por otro lado, la relación con sus padres cambia iniciándose un proceso gradual de independencia y autonomía, donde aparece el grupo de amigos como un referente importante que se constituye como uno de los ejes centrales de su desarrollo.
El miedo es un mecanismo natural que alerta al niño/a de un peligro con riesgos innecesarios.
No obstante, cuando los miedos son desproporcionados, persistentes y con una alta intensidad, interfiriendo en la vida diaria del niño/a, nos hallamos ante un trastorno emocional que podemos llamar fobia.
Desproporcionados: cuando el objeto que causa el miedo no es amenazante y el niño presenta una reacción exagerada.
Persistentes: porque el miedo puede aparecer tanto en el día como en la noche y puede ir acompañado de síntomas físicos. Una vez que desaparece el objeto o la situación que le provoca miedo, éste siempre persiste.
Todo niño/a sufre algún tipo de preocupación en un momento de su vida, es un sentimiento adaptativo, ya que lo prepara para la acción.
Pero, hay que distinguir este tipo de preocupación de las conductas que manifiestan una elevada ansiedad, interfiriendo significativamente en el desarrollo y el bienestar normal de la vida del niño/a.
Los principales signos de una alteración emocional de este tipo son la alta intensidad y continua preocupación así como una anticipación de la situación como peligrosa antes de que ocurra. (Por ejemplo: sufrir por tener miedo a una situación del futuro). Es decir, el niño/a mantiene una preocupación excesiva y anticipatoria por algún aspecto determinado lo que le crea ansiedad, generalizándose a otras situaciones.
La ansiedad por separarse de los padres es adaptativa en la etapa comprendida entre los 6 y 24 meses, en la que el niño se siente inseguro al alejarse de los padres. A partir del momento en que el niño empieza a caminar y mínimamente a hablar la ansiedad disminuye.
Para que un niño/a presente este tipo de alteración emocional se tienen que dar tres de estas situaciones y tienen que perdurar más de un mes:
• Excesivo malestar cuando sólo piensa en la separación.
• Gran preocupación por perder a sus padres y pensar que puedan sufrir daño.
• Gran preocupación porque pueda haber un acontecimiento que los separe.
• Resistencia a ir a la escuela.
• Resistencia a irse a dormir sin sus padres.
• Quejas somáticas al separarse de sus padres.
Los niños/as experimentan malestares físicos a lo largo de su vida evolutiva, ya sean dolor de cabeza, abdominal o cansancio excesivo.
La señal de alarma aparece cuando estos síntomas se dan de forma repetida, continuada e inadecuada para la etapa evolutiva del niño/a.
Normalmente, estas quejas somáticas desadaptivas aparecen como expresión del malestar psicológico Es decir, estos trastornos físicos afectan al cuerpo, pero suelen tener una causa psicológica.
Pueden aparecer cuando un niño/a interpreta un hecho como indicativo de un motivo de alta preocupación, como por ejemplo de abandono por la llegada de un hermano. En estos casos el niño/a se puede sentir sin capacidad para reclamar el afecto directamente y lo puede expresar de forma involuntaria a través de su cuerpo.
A lo largo de la etapa escolar el niño/a puede mostrarse preocupado por diversos motivos ( exámenes, relación con los amigos, imagen personal ...)
Es decir pueden presentarse ideaciones o preocupaciones mínimamente obsesivas de carácter benigno.
Las obsesiones son desadaptativas cuando se traducen en pensamientos repetitivos de carácter impulsivo, recurrente, persistente y excesivo que el niño/a no puede controlar, causándole una elevada ansiedad y alteración de su bienestar personal.
Muchas veces estas obsesiones se acompañan de actos repetitivos o compulsivos (por ejemplo, ordenar repetidamente y de forma excesivamente perfeccionista y simétrica unos determinados objetos, lavarse continuamente las manos aunque estén suficientemente limpias, realizar una acción un número determinado de veces, etc).
Estas obsesiones (pensamientos) y compulsiones (actos) que interrumpen significativamente las actividades cotidianas del niño/a y alteran su propio bienestar, pueden constituir un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), trastorno ya de relevancia no específicamente emocional y que requiere de intervención especializada