El descenso del rendimiento académico, a pesar de no ser uno de los síntomas principales de los trastornos del estado de ánimo, es a menudo su consecuencia. Se debe, básicamente por la dificultad para concentrarse y por la apatía y desmotivación que generan este tipo de trastornos.
Sin embargo, un bajo rendimiento académico de base puede también generar síntomas afectivos por la frustración y culpabilidad que genera.
Para valorar el rendimiento es importante tener en cuenta la historia escolar del niño, como cambios frecuentes de escuela, valorando aquellas situaciones negativas que pudieran haber influido en el rendimiento. Se debe valorar también si las dificultades académicas han estado presentes siempre, o han aparecido de manera repentina, lo que indicaría una respuesta reactiva a algún desencadenante.
Es importante evaluar al niño para saber las causas exactas del bajo rendimiento, que pueden ser de diversa naturaleza para poder hacer el abordaje más adecuado en cada caso.
Si la causa del bajo rendimiento es un bajo estado de anímo se debe ayudar al niño a afrontar las causas que generan los problemas afectivos, al mismo tiempo que se deben reforzar y entrenar las habilidades académicas.
Si, en cambio, el bajo estado de ánimo es consecuencia del bajo rendimiento habrá que conocer y tratar sus causas ya la vez trabajar la autoestima global y académica.