Un patrón anómalo de alimentación, la preocupación por el peso o las enfermedades que producen pérdida de peso ponen en alerta a los padres, que buscan muchas veces angustiados soluciones para hacer comer al niño. Muchas veces los padres no disponen de nociones adecuadas de alimentación o las establecen demasiado rígidas, insisten excesivamente en los modales o en la disciplina, o presentan angustia.
Todo ello les conduce a persuadirlo, distraerlo, sobornar-lo, inventar juegos muy singulares, atemorizarlo, castigarle, darle comidas entre horas o dejarlo escoger el menú. Estas acciones generalmente mantienen el problema. Los métodos negativos generan aversión a las horas de comida, y los otros métodos hacen entender al niño que puede manipular el entorno y disponer de su atención cuando no come bien. Hay que flexibilizar las metas alimentarias, no mostrar ansiedad, tener horarios en la alimentación, no dar comidas entre horas, mostrar naturalidad en las comidas, elogiar la buena conducta, hacer atractiva la comida, respetar la tolerancia a los alimentos, las pequeñas aversiones, y el proceso de reafirmación del niño en la comida propio de cada etapa.
Las pautas educativas son imprescindibles en este proceso, en el que fácilmente los niños pueden acabar aprendiendo que las horas de comida son el ambiente ideal para llamar la atención.