Los niños nacen con predisposición para atender más a unos estímulos que a otros. Poco a poco esta atención se va haciendo más voluntaria como consecuencia de la experiencia y los aprendizajes. Con la exploración del entorno aparece una atención más controlada, motivada y cognitiva.
A partir del 2 años la atención gana control, adaptabilidad y capacidad planificadora. Este control atencional les permite a los niños fijarse voluntariamente en los aspectos más relevantes de una situación, ignorando las menos importantes. Además el niño empieza a ser capaz de pensar cuáles son las consecuencias de sus actos.
A partir de los 3 años los niños pueden focalizar la atención en actividades de corta duración y que les motiven. A los 3 años les encanta prestar atención para escuchar cuentos. El inicio de la atención sostenida les permite interesarse y participar del entorno así como facilitar la dinámica del juego.
A los 4 años, la atención comienza a tener características estratégicas, ya no desean, por ejemplo, sólo escuchar los cuentos sino mirarlos e intentar entender sus imágenes en periodos más largos de tiempo. También, por ejemplo, el niño buscará de manera sistemática algún objeto que haya perdido, mirando los lugares donde lo ha visto por última vez, de forma sostenida. A los 4 años la atención sostenida les permite no sólo juegos sino también aprendizajes de mayor tiempo de duración.
La atención se coordina con otros procesos cognitivos como la memoria, el razonamiento y la resolución de problemas.
Los niños que no desarrollan sus capacidades atentivas, habitualmente tienen problemas del aprendizaje. La detección de un trastorno de la atención se puede y debe llevar a cabo en el inicio de la etapa preescolar.
Desde los primeros días los bebés son capaces de registrar en su memoria acontecimientos, aunque se trata de situaciones sencillas. Así pues, a partir de los seis meses empieza a ser capaz de buscar un objeto cuando lo escondamos.
A partir de los 2-3 años los niños tienen memoria autobiográfica, es decir, son capaces de describir sus recuerdos.
A partir de los 4 años es útil por aprendizaje conocer si los niños destacan más en memoria visual o auditiva, no para estimular, sino para apoyar y estabilizar su desarrollo.