Se llama trastorno conversivo a aquel proceso que responde a la hipótesis de que el niño convierte un conflicto psicológico inconsciente en un trastorno físico, disminuyendo la ansiedad y manteniendo este conflicto fuera de su conciencia.
En los trastornos conversivos se observan síntomas o déficits que afectan a las funciones motoras o sensoriales (sistemas neuromuscular y sensorial) y que podrían sugerir un trastorno neurológico o una enfermedad médica, pero que no proceden realmente de ninguna enfermedad conocida ni son explicables por la misma.
Se considera que los factores psicológicos están asociados a los síntomas presentados ya que se observa que el inicio o el empeoramiento del trastorno está correlacionado temporalmente con conflictos psicológicos o acontecimientos estresantes.
Los síntomas que presenta el niño no están producidos intencionalmente ni simulados y hay que diferenciarlo de un diagnóstico de trastorno facticio o simulación. Los síntomas motores más observables son alteraciones de la coordinación y del equilibrio, parálisis o debilidad muscular localizada, afonía, dificultad para deglutir, sensación de un "nudo" en la garganta y retención urinaria.
Los síntomas sensoriales pueden ser falta de sensibilidad táctil y dolorosa, ceguera, sordera e incluso alucinaciones o pseudocrisis comiciales.
Se diagnosticará un trastorno conversivo sólo si se ha descartado en un examen médico exhaustivo una causa neurológica y si el niño sufre un malestar significativo.