Es la etapa de transición entre la infancia y la vida adulta, es la despedida de las dependencias infantiles y un continuo esfuerzo para lograr un conocimiento personal satisfactorio.
El adolescente es un viajero sin mapa, que ha abandonado una localidad sin conocer del todo la siguiente. Es una etapa de cambios continuos e inesperados que se mueven entre las libertades del pasado y las responsabilidades del futuro.
Es también, y fundamentalmente, una etapa de cambios bienvenidos, crisis bienvenidas y adaptaciones bienvenidas.
La disminución del rendimiento, el fracaso o el abandono escolar pueden ser manifestaciones de un posible trastorno en el estado de ánimo. Aunque también un bajo rendimiento causado por otros factores puede desencadenar un trastorno del estado del ánimo.
El descenso del rendimiento académico lo podemos identificar como signo de alarma cuando un adolescente, que previamente tenía un adecuada respuesta académica, experimenta un descenso de notas, es incapaz de completar los trabajos, puede emplear mucho tiempo haciendo las tareas y manifiesta una falta de concentración, de motivación y desinterés escolar, también es frecuente observar apatía y tristeza.
Es importante evaluar el adolescente para averiguar las causas exactas del bajo rendimiento, que pueden ser de diversa naturaleza, y así poder hacer el abordaje más adecuado.
Si la causa del bajo rendimiento es un bajo estado de ánimo se debe ayudar al adolescente a afrontar las causas que generan sus problemas afectivos, a la vez que se deben reforzar las habilidades académicas. Si en cambio, el bajo estado de ánimo es consecuencia del bajo rendimiento, habrá que conocer y tratar su causa, ofrecer el apoyo psicopedagógico adecuado y trabajar la autoestima global y académica.
El humor del adolescente es lábil, y no facilita la detección de los signos de alarma. Lo que un día parece no tener solución, puede ser olvidado en la semana siguiente. Es frecuente que aparezcan estados pasajeros de mal humor o irritabilidad ya que el adolescente no controla fácilmente sus emociones. Simplemente, se ve inmerso en las variaciones normales de su humor y se muestra más reactivo y con un menor control emocional.
En comparación, el mal humor e irritabilidad patológicos son más agudos. Pueden estar muy serios, enfadados con el mundo, gritar, agredir, romper materiales, intimidar, faltar al respeto y en algunos casos presentar conductas negativistas y disociales.
Estas conductas constituyen un signo de alarma si el estado de mal humor e irritabilidad aparece en un adolescente que anteriormente no presentaba estas características, presentando perdurabilidad en el tiempo y alterando su vida social, familiar o escolar. Sin embargo, el mal humor e irritabilidad pueden aparecer en consonancia con distintas variantes patológicas, como problemas adaptativos probablemente causales, problemas de ansiedad que producen reactividad emocional, y si se presentan junto a sentimientos de tristeza nos muestran la presencia de un trastorno del estado de ánimo.
Por este motivo, si se detectan estas características sería necesaria una evaluación por un profesional de la salud mental que pueda precisar si las variaciones del humor corresponden a un estado normal o al inicio o de un trastorno afectivo o depresión.
El estado de ánimo del adolescente es variable. Es frecuente que aparezcan estados pasajeros de tristeza, pesimismo y apatía. La propia autoimagen y autoevaluación son frágiles y las actitudes y juicios del entorno pueden ser causas de esta variabilidad. Cuando hay presencia de patología, la tristeza, el pesimismo y la apatía se mantienen en el tiempo, son intensas e interfieren en la vida diaria del adolescente.
Los adolescentes con pesimismo excesivo describen sentimientos de desesperanza respecto al futuro y sienten que no vale la pena esforzarse por nada. Están convencidos de que "no son buenos", que el mundo es un lugar difícil, que son incapaces de hacer cambios al respecto y sienten desesperanza y fragilidad.
La apatía - falta de emoción, motivación o entusiasmo prolongados en el tiempo, que se produce incluso en los ámbitos de interés del adolescente -, debe diferenciarse de la "pereza" propia de la edad y vinculada a situaciones como los estudios y las responsabilidades.
En los adolescentes con tristeza, pesimismo y apatía, podemos observar también fatiga y anhedonia. La fatiga es un síntoma subjetivo de cansancio o de falta de energía en la mayor parte del tiempo y en cualquier tipo de actividad, aunque con normalidad del sueño. La anhedonia es falta de ilusión, es una pérdida del interés o placer hacia casi todas las actividades, la mayor parte del tiempo. Se manifiesta por un abandono de actividades usuales y recreativas, así como por un cambio restrictivo de las relaciones interpersonales.
Una característica de los adolescentes es que pueden tener episodios en que se sientan inseguros, siendo muy susceptibles a las influencias que ejercen sobre ellos las personas de su entorno, lo que puede afectar su auto-concepto y facilitar una baja valoración personal.
Algunos de los signos de alarma que expresan un bajo auto-concepto son:
• Mostrar una infravaloración excesiva, incluso pueden llegar a odiarse.
• Hacer reproches y autocríticas desmesuradas.
• Tener una autoimagen deteriorada.
• Hacer verbalizaciones negativas: "no sirvo para nada", "no llegaré a ser nada".
• Expresar sentimientos de inutilidad o de culpa inapropiados o excesivos.
• Mostrar sentimientos de no sentirse aceptado ni querido.
• Presentar estos síntomas acompañados de tristeza.
• Que los síntomas descritos interfieran en su funcionamiento cotidiano.
El adolescente con altos niveles de malestar personal, vinculados a un bajo auto-concepto, a una baja autoestima y a otros factores desencadenantes, puede manifestar pensamientos de muerte y/o ideaciones suicidas. Un adolescente que piensa en el suicidio puede:
• Hablar sobre el suicidio o la muerte en general.
• Hablar sobre sentimientos de desesperanza y de miedo al futuro.
• Expresar deseos de "irse" para poner fin a su malestar.
• Presentar elevada tristeza, con signos como apartarse de los amigos y la familia, pérdida del deseo de participar en sus aficiones y actividades preferidas, experimentar cambios en los hábitos alimenticios y del sueño, así como sentirse muy fatigado, desmotivado y apático.
• Presentar comportamientos autodestructivos.
• Autolesionarse.
• Pensar en maneras activas de suicidarse.
• Hacer escritos de despedida o regalar objetos personales, que son siempre signos muy importantes de alarma.
Si se observan estas conductas, hay que pedir ayuda a un profesional de la salud mental, y prevenir la aparición de conductas suicidas.
Los adolescentes experimentan cambios anímicos inusuales y suelen presentar una significativa labilidad emocional. Pueden sentirse muy felices y "animados" así como mostrarse en ciertos momentos mucho más activos que de costumbre, lo cual no sería un signo de alarma. Sin embargo, la euforia y la excitación excesiva no son lo mismo que los altibajos emocionales que experimentan los adolescentes, son más agudos. Son cambios extremos de humor, del comportamiento y de los niveles de energía, que aparecen aislados como episodios o en combinación con estadios depresivos.
Podemos observar como signos de alarma:
• Sentirse muy felices y eufóricos o hacer tonterías de una manera inusual y sin causa aparente.
• Ponerse repentinamente de muy mal humor sin desencadenante conocido, habitualmente con severas crisis de ira.
• Hablar muy rápido sobre muchas cosas diferentes.
• No tener necesidad de dormir y hacerlo pocas horas, sin sentirse cansados.
• Pensar, hablar y tener mucha más actividad sexual.
• Hacer cosas peligrosas sin ningún tipo de control ni límites.
Si se observan estas características, pueden ser un signo de alarma clínica que habrá que evaluar para poder saber cuál es el desencadenante y hacer un diagnóstico preciso, descartando principalmente trastornos del estado de ánimo o episodios maníacos.