Es la etapa evolutiva que comprende desde el nacimiento hasta la etapa preescolar.
Es uno de los momentos de desarrollo con mayor capacidad de cambio ya que el cerebro todavía se está formando. En estos años un ser indefenso y sin capacidad para sobrevivir se convierte en un niño que piensa y se emociona, que habla y corre, que se relaciona y empieza a utilizar sus experiencias.
Cualquier problema tiene ahora una solución más fácil, es el mejor momento para poder prevenir, detectar, diagnosticar y tratar cualquier trastorno neurobiológico y/o psicoeducativo.
La causa que origina este problema es la deficiente adquisición del hábito del sueño, es decir, existe una distorsión y desestructuración por asociaciones inadecuadas que el niño hace con su sueño, normalmente debido a cambios que realizan los padres para intentar que el niño se duerma o pautas educativas para con el sueño, disruptivas para el niño. Son niños con una actitud muy despierta, que captan con gran intensidad los estímulos que existen a su alrededor habitualmente con ansiedad e inseguridad. Suelen tener un sueño superficial durante el cual se muestran inquietos, como vigilantes, y cualquier ruido los despierta.
Pueden ser niños irritables durante el día, con gran dependencia hacia la persona que los cuida. Por otra parte, es muy importante que se establezca una rutina para acostarse, como poner una hora concreta o hacer algún ritual para que el niño se vaya a dormir, además, se ha de mantener al niño tranquilo cuando se acerca el momento del sueño. Existen toda una serie de diferencias individuales que pueden influir en el sueño del niño, aparte de las mencionadas, como la nutrición, la fatiga física y mental y otros factores externos.
Por último, es importante que los padres conozcan la función que tienen como educadores también del sueño. Tienen que marcar las directrices para ir a dormir, sobre todo ante el rechazo de acostarse del niño y la demanda de atención hacia ellos en el momento de acostarse. Tener pautas horarias y dormir un mínimo de horas, repercute en una mejor consolidación de los aprendizajes y en un adecuado crecimiento.
Un niño puede resistirse a irse a dormir por varios motivos. Puede tener miedo a la oscuridad o de no despertarse, también puede sentirse inseguro cuando está solo, por lo que puede ser incapaz de dormir sin la presencia del adulto, con lo que si se despierta, se suele acostar con sus padres. Es frecuente que los niños desarrollen sentimientos de preocupación para separarse físicamente de sus padres, dormir solos, miedo a la oscuridad, al ruido o a los ladrones.
Es importante hablar con los pequeños de sus miedos para ayudarles a superarlos. Lo que no se debe hacer en estos casos, es reírse de ello o minimizarlo, ya que esto no sirve para superar los miedos, y en vez de ello, provoca que los niños pierdan confianza en compartir su inseguridad con sus padres y alimenta sus temores. Si en cambio, es conveniente que aprendan a enfrentarse a sus temores, hay que escucharles y explicarles que tienen fuerza para superar los miedos sin decir que éstos no existan.
También se debe tener claro que hay una etapa normal del niño en el que aparecen miedos evolutivos. Por último, una forma de no apoyar el miedo del niño es facilitar su independencia, sacándolo de la habitación de los padres o de la cama de éstos antes del año de vida.
En el insomnio infantil, los padres habitualmente explican que el niño nunca ha dormido bien. El síntoma que caracteriza este tipo de alteración es la dificultad para iniciar el sueño sin ayuda ni colaboración. Por la noche estos niños pueden también presentar despertares nocturnos, es decir suelen interrumpir su sueño muchas veces y tienen dificultades para volver a conciliarlo de forma espontánea y sin ayuda.
La hipersomnia es una excesiva cantidad de sueño que cursa con un incremento de la somnolencia diurna y con episodios prolongados de sueño nocturno. Es muy poco frecuente en población infantil y normalmente la encontramos como síntoma de otros trastornos en el periodo adolescente. Hay que tener en cuenta, que este síndrome tiene menos importancia cuando el niño es pequeño, ya que es normal que duerma más horas.
El síndrome de apnea del sueño infantil se caracteriza por la presencia de episodios de obstrucción parcial o total de la vías aéreas superiores que aparecen durante el sueño, en momentos de esfuerzo respiratorio. En consecuencia se producen despertares frecuentes, rompiendo el ciclo del sueño y provocando somnolencia diurna. En este caso hay siempre consultar con el pediatra.
No olvidar, que todos los trastornos comentados pueden comportar otros problemas, como mayor irritabilidad, trastornos de la atención o dificultades del desarrollo y también que los trastornos comentados pueden ser consecuencia de otras alteraciones evolutivas.
En los episodios de terrores nocturnos es habitual que el niño se siente bruscamente en la cama y empiece a gritar y llorar con una expresión facial de terror y signos de intensa ansiedad.
No suele despertarse fácilmente aunque tenga los ojos abiertos, a pesar de los esfuerzos de otras personas para despertarlo. Si finalmente esto se consigue, el niño se muestra confundido, desorientado durante unos minutos y con una cierta sensación de temor. Al día siguiente no se acuerda ni del sueño ni de lo sucedido, a diferencia de las pesadillas, en las que si se acuerdan del episodio.
En el sonambulismo la característica esencial es la existencia de episodios en los que el niño se incorpora de forma brusca de cama e incluso puede levantarse y empezar a andar. Los ojos pueden estar abiertos y la mirada fija. El niño puede pronunciar una o algunas palabras normalmente sin coherencia. También puede llevar a cabo conductas más complejas. Todo esto sucede con total indiferencia hacia su entorno.
Se llama bruxismo al hábito inconsciente que conlleva el roce entre los dientes durante la noche o el día. Suele ser consecuencia de situaciones que requieren de una gran concentración o mucha tensión emocional, reaccionando de forma inconsciente apretando los dientes, habitualmente por la noche durante el sueño. Entre los síntomas que se observan está el oír ruidos con el abrir y cerrar de la boca, el niño puede llegar también a tener dolor en la mandíbula y los dientes pueden presentar desgaste dental. Aparte de esto, esta alteración también puede ser consecuencia de parasitosis intestinal por oxiuros, y no por el estado de angustia y de tensión emocional que se ha comentado antes, en este último caso los niños pueden también reír dormidos sin causa aparente
La somniloquia es la presencia de episodios de habla durante el sueño. Se trata normalmente de la emisión de palabras ininteligibles o un conjunto de ellas formando frases cortas. Pueden acompañarse de risas, gritos o llantos. No suelen despertar al niño, pero suelen ser molestas para las personas que lo rodeen. Puede expresar un problema emocional o de estrés aunque también puede ser un síntoma totalmente normal y sin ninguna significación clínica.
La ofensa capitis nocturna, consiste en hacer golpes rítmicos de la cabeza contra la almohada o la pared al intentar conciliar el sueño. Pueden también aparecer sonidos guturales. Normalmente aparece en el momento de quedar dormido. Suele comenzar a los 9 meses y normalmente, no persiste más allá de los 4 años de edad. Otra alteración del sueño equivalente es la presencia de conductas repetitivas e involuntarias, como por ejemplo el balanceo de varias partes del cuerpo para dormirse.
Un trastorno del sueño, aunque muy poco frecuente en la infancia, es la narcolepsia, en el que al niño le aparecen ataques de sueño reparador irresistibles que aparecen diariamente durante un mínimo de 3 meses. Este trastorno es peligroso por sus consecuencias ya que puede comportar por ejemplo caídas graves