Es médico especialista en Psiquiatría y Pediatría por la Universidad Autónoma de Barcelona (Unidad Docente Vall d'Hebron) desde el 1983.
Magíster en Psiquiatría y Psicología Infanto-Juvenil por el Departamento de Farmacología y Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona con la cualificación de Sobresaliente.
Colegiado por el Col·legi Oficial de Metges de Barcelona con el nº 13.345.
Pertenece al Cuerpo Facultativo del Centro Médico Teknon dónde dirige la Unidad de Paidopsiquiatria (Psiquiatría y Psicología Infanto-Juvenil).
Presidente de la Societat Catalana de Psiquiatria Infanto-Juvenil, de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya i Balears (2003-2007).
Miembro de la Asociación Española de Psiquiatria del Niño y del Adolescente.
Miembro de la ESCAP (European Society for Child and Adolescent Psychiatry).
Miembro de la AACAP (American Academy of Child and Adolescent Psychiatry).
Miembro de la Societat Catalana de Pediatria.
Miembro de la Asociación Española de Pediatria.
Miembro del Consell Assessor del Pla Director de Salut Mental i Addiccions del Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya. (2003-2012)
Profesor del Postgrado en Psiquiatría Infanto-Juvenil de la Facultat de Medicina de la Universitat Autònoma de Barcelona.
La ansiedad por separarse de los padres es adaptativa en la etapa entre los 6 y 24/36 meses, en la que el niño se siente inseguro en alejarse de los padres. A partir del momento en que el niño empieza a hablar y socializarse la ansiedad disminuye.
Hay un proceso clínico llamado ansiedad de separación en el que el niño tiene miedo de afrontar la separación de sus padres. Aunque esto puede tener una relativa importancia en la etapa preescolar, ya no es así en la etapa de educación primaria.
Para que un niño / a presente este tipo de alteración emocional deben darse tres de estas situaciones y deben perdurar más de un mes:
Hay que valorar estos aspectos para diferenciar actitudes fruto de la sobreprotección, de señales de alarma psicopatológica que requieren de intervenciones no sólo educativas.
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo con una alta carga genética, así pues encontramos antecedentes familiares en 4 de cada 5 familias estudiadas.
Ante una situación familiar en la que los síntomas de hiperactividad, falta de control del impulso, dificultades de atención y bajas funciones ejecutivas se repiten en algún otro hijo, debemos plantearnos que con mucha probabilidad nos encontramos ante una familia con una alta carga hereditaria.
Evidentemente estos casos son complejos y la dinámica emocional y el estrés familiar se altera, pero debemos ser cuidadosos en no confundir los problemas emocionales con el TDAH, no podemos confundir las consecuencias con sus causas.
Diferenciar los dos aspectos es básico en el logro de una mejor respuesta adaptativa, no es que haya un problema u otro, ambos existen y deben cuidarse, pero muy difícilmente encontraremos mejoras si ofrecemos respuestas parciales que olvidan aspectos fundamentales de la maduración cerebral.
La ciencia avanza y por suerte en neurología y psiquiatría ya hemos superado la época en que se insistía en que la tierra era plana, hoy podemos empezar a diferenciar las causas de sus consecuencias.
"...Els pares estaven seriosos, desorientats i amb un alt sentiment de culpa..."
Publicat a: Revista Tot Sant Cugat, n.1408
Data: 28 de març de 2014
Publicado en: Revista Tot Sant Cugat, n.1402
Fecha: 14 de febrero de 2014
A lo largo de la etapa escolar los niños o adolescentes pueden mostrarse preocupados por diferentes motivos (los exámenes, la relación con los amigos, la imagen personal ...).
Es decir, pueden presentarse ideaciones o preocupaciones mínimamente obsesivas de carácter benigno y que no requieren ningún tipo de intervención.
Las obsesiones tienen un valor clínico cuando se traducen en pensamientos repetitivos de carácter impulsivo, recurrentes, persistentes y excesivos que no se pueden controlar, causando una elevada ansiedad y alteración del bienestar personal.
Muchas veces estas obsesiones se acompañan de actos repetitivos o compulsivos (por ejemplo, ordenar repetidamente y de forma excesivamente perfeccionista y simétrica unos determinados objetos, lavarse continuamente las manos aunque estén suficientemente limpias, realizar una acción un número determinado de veces , etc.).
Estas obsesiones (pensamientos) y compulsiones (actos) que interrumpen significativamente las actividades cotidianas y alteran el propio bienestar, pueden constituir un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), trastorno ya de relevancia no específicamente emocional y que requiere de intervención médica y psicológica especializada.